EL DOLOR CRÓNICO SÍ DEJA HUELLA
Elena Soto | Palma- Actualizado martes
30/11/2010
Imagine una
alarma de coche que se disparara cada dos por tres sin motivo; un semáforo que
casi siempre estuviera en rojo; o un sistema de emergencia que avisara
continuamente de que existe peligro. No sólo dejaría de ser útil sino que
acabaría interfiriendo en la seguridad y sembrando el caos. Pues algo semejante
sucede en el cerebro de las personas que padecen dolor crónico; los estímulos
se procesan de forma diferente y lo que en principio tendría que ser un
mecanismo de defensa, acaba por convertirse en un pesado lastre. Es como si la
alarma permaneciera continuamente activada y saltara aunque, a priori, no
exista ninguna razón para que se dispare.
¿Cómo medir
el dolor? ¿Cómo procesa esta experiencia sensorial el cerebro de las personas
que sufren este trastorno? ¿Funciona de manera diferente en ellas? Y tras años
de padecer este síndrome ¿qué ocurre en el cerebro? ¿Tiene, por decirlo de
alguna forma, efectos secundarios? ¿Qué estrategias pueden mitigarlo y mejorar
su calidad de vida? El Grupo de Neurodinámica y Psicología Clínica del IUNICS
(Instituto Universitario de Investigación en Ciencias de la Salud) lleva más de
una década buscando respuestas a todos estos interrogantes. Al frente del
equipo se encuentra Pedro J. Montoya, catedrático de Psicobiología de la UIB.
Se considera
crónico un dolor que se sufre durante más de seis meses seguidos, sin que
ningún tratamiento médico lo solucione. Los pacientes aquejados por este trastorno acuden a
las consultas porque experimentan generalmente cansancio y dolor muscular. Se
les realizan las pruebas más habituales (radiografías o análisis de sangre y
orina) que no detectan problemas físicos. Pero, frente a esta aparente
normalidad, los síntomas persisten y terminan alterando seriamente la vida de
los afectados que acaban deprimidos, ansiosos y con problemas de memoria y
concentración.
El dolor sin
causa aparente: la fibromialgia
En el caso
de síndromes de este tipo, como puede ser la fibromialgia (FM), esta percepción
continua del estímulo doloroso acaba afectando negativamente al paciente. La
prolongación en el tiempo del dolor deja huella y tiene consecuencias desde el
punto de vista neurofisiológico. «Se produce una disminución en el volumen de
sustancia gris en comparación con sujetos sanos. Incluso hay signos de
envejecimiento prematuro», señala Montoya, y es que, 10, 20 o 30 años de dolor
crónico acarrean efectos colaterales.
Su grupo de
investigación se encuentra en una fase avanzada en la demostración de que el
dolor crónico provoca una pequeña atrofia en determinadas regiones del cerebro,
confirmada estadísticamente y con datos cuantificados a partir de las
exploraciones de este órgano mediante herramientas como las resonancias
magnéticas funcionales, los electroencefalogramas, las magnetoencefalografías o
las técnicas de estimulación magnética transcraneal.
«Hemos
observado un deterioro del circuito por el que se comunica el dolor entre las
diferentes partes del cerebro –llega al tálamo desde los nervios periféricos y
alcanza la corteza somatosensorial, el lóbulo frontal y el parietal–; por lo que la hipótesis de que
el dolor continuado acaba alterando la forma de funcionar del cerebro está cada
vez más confirmada», indica Montoya.
Este grupo
de investigación se ha concentrado sobre todo en el estudio de los pacientes
diagnosticados con síndrome de fibromialgia. Se trata de personas
con un historial largo y desesperante, que presentan un cuadro de padecimiento
difuso y generalizado de dolor en diversas partes del cuerpo, indetectable a
través de las pruebas médicas más comunes.
El
porcentaje de población afectada, mayoritariamente mujeres, se encuentra entre
los 20 y 65 años, y en bastantes casos se encuentran en conflicto con los
tribunales médicos ya que no consiguen unos datos cuantificables sobre su dolor.
Diferentes
estudios calculan que en España, aproximadamente, un 20% de la
población en edad de trabajar padece dolor crónico lo que acarrea importantes
repercusiones de salud, sociales y laborales –se estima que un
paciente aquejado de esta dolencia pierde unas tres horas diarias de
productividad–. «El objetivo, según explica este investigador, es entender su
conducta, su forma de pensar y las estrategias que aplican para solucionar su
problema».
El punto de
partida de la investigación es que el funcionamiento cerebral es anómalo. Y
para demostrarlo, los investigadores se sirven de dos niveles combinados de
actuación: el psicológico, que consiste en administrar una amplia batería de
cuestionarios que el paciente debe contestar; y el fisiológico, mediante el
estudio clínico de su actividad cerebral que se compara con la de sujetos
sanos.
Descripción
del dolor
Así, a
través de entrevistas, los investigadores exploran no sólo la duración del
dolor o su frecuencia sino cómo la persona lo describe. Si usa adjetivos de
tipo emocional/afectivo, como terrible u horrible – que son algunos de los
epítetos más habituales en los afectados por fibromialgia– o si más bien
recurre a expresiones de tipo sensorial, como hormigueos o sensación de
electricidad – más comunes en los pacientes aquejados de artritis reumatoide–,
por citar otro caso muy extendido.
CEREBROS EN ESTADO DE REPOSO EN UNA PERSONA CON DOLOR CRÓNICO (IZQUIERDA) Y
UNA SANA.
También
estudian qué tipo de estrategias emplean los pacientes para combatirlo: si
toman la iniciativa o si buscan soluciones fuera de sí mismos, por ejemplo en
las creencias religiosas, ya que de este primer paso se puede extraer
importante información sobre qué tipo de dolor es, cómo es percibido y qué
intensidad alcanza. De todas estas indagaciones se deriva un informe de
evaluación neuropsicológica del dolor y una serie de recomendaciones
terapéuticas que se dirigen al médico que les ha remitido el paciente.
La otra
parte del trabajo de este grupo se realiza en el laboratorio y se centra en la
fisiología del paciente y en las modificaciones que el dolor crónico provoca en
su actividad cerebral. Y a partir de las exploraciones del cerebro se ha
observado que deja huella, confirmando que el dolor crónico altera su forma de
funcionar.
En cuanto a
estrategias dirigidas a cambiar el funcionamiento del cerebro se ha comprobado
que la técnica de retroalimentación o neuro-feedback permite entrenar
al paciente a aumentar o rebajar el nivel de actividad cerebral en determinadas
áreas mediante la visualización de imágenes. Las imágenes placenteras
producen una disminución de la actividad vinculada a la percepción del dolor y
el efecto positivo en el paciente es inmediato ya que se reduce el nivel de
tensión muscular y, entrenando con esta técnica, se logra atenuar la sensación
dolorosa.
Siguiendo
esta línea, el grupo tiene, entre sus proyectos en marcha, uno dedicado a mejorar
el tratamiento con realidad virtual para pacientes con fibromialgia. Las
nuevas tecnologías son de gran ayuda, ya que para este tipo de trastornos se
podrían llegar a desarrollar tratamientos on line administrados vía Internet.
La Unidad de Investigación y Diagnóstico
Neuropsicológico del Dolor Crónico está involucrada en trasladar los resultados
de sus estudios a la práctica clínica. Por ello, ofrecen la posibilidad de
realizar una evaluación psicofisiológica del dolor crónico y proporcionar
estrategias terapéuticas a los pacientes. «Si no podemos eliminar totalmente el
dolor, sí podemos aportar al paciente la esperanza de mejorar su calidad de
vida», concluye Montoya.
Hola. Me llamo Isabel y tengo muchísimos síntomas de los que tú hablas. Te cuento: dolores musculares generalizados, condromalacia rotuliana, epitrocleitis y epicondilitis, neuritis medial, fascitis plantar, ehler-danlos con frecuentes esguinces e inestabilidad, hiperacusia, intolerancia a los olores químicos, rinitis, ototubaritis, déficit vitamina D, malabsorción, esteatorrea, osteocondritis, endometriosis (me han hecho histerectomía), anemia, mioclonías, candidiasis oral, espasmos musculares...
ResponderEliminarLlegué a encontrarme en sillas de ruedas y encerrada en mi cuarto porque no podía soportar los olores ni los ruidos. Tomama cortisona, arcoxia, zaldiar, deprax, avamyx, atarax...
Bueno,pues he mejorado muchísimo. He vuelto a trabajar y ahora mismo sólo tomo un paracetamol de vez en cuando.
Yo era celíaca y n lo sabía. Me hicieron las pruebas de celiaquía en anális tres veces y las tres dieron negativas. Pero al hacerme la biopsia, era positiva. En un 30% de los celíacos adultos, las pruebas en sangre son negativas y sin embargo la biopsia sí es positiva. He dejado el gluten hace 9 meses. Mi vida ha cambiado completamente. Todavía no estoy bien del todo, porque han sido muchos años de deterioro, pero vuelvo a vivir.
El médico me ha dicho que la recuperación me llevará por lo menos 2 años y que hay cosas que no se recuperarán del todo, pero dejar el gluten me ha salvado la vida.
Tuve que ir a un médico privado porque el digestivo de la S.S. no quería hacerme la biopsia. Ahora él mismo reconoce que se equivocó. Soy celíaca, con anticuerpos negativos pero igualmente celíaca.
Yo que tú intentaría esa vía. A mí me ha cambiado la vida.
Te agradezco Isabel tu aportación al blog, si te soy sincera llevo mucho tiempo pensando en esta posibilidad que me comentas sobre la enfermedad celiaca, pero todavía no he dado ningún paso al respecto. Creo que después de tus palabras voy a intentar indagar un poco más por ese camino, es cierto que a veces me parece que tiene que haber algo más, porque cada vez se me complica más todo este tema de la enfermedad.Gracias.
EliminarInténtalo, por favor. A mí abandonar completamente el gluten me ha salvado la vida. Por desgracia, ya tengo 48 años y mis síntomas empezaron hace ya más de 22 años. He perdido muchísimo tiempo y algunas cosas son irrecuperables. Por ejemplo, se me han desarrollado otras enfermedades inmunes, lo que no hubiera pasado si hubiera sabido que era celíaca.
ResponderEliminarHace dos años tomaba más de 14 pastillas diarias. Tuve una hepatitis medicamentosa. Y el médico de cabecera me decía que era imposible que fuera celíaca... Ignorante.
Sé que no volveré a estar bien del todo, pero puedo hacer una vida bastante normal, puedo ir a nadar, puedo disfrutar de mi familia, he podido volver a trabajar. Todavía estoy débil y tengo que cuidarme, pero mejoro de día en día.
Nadie se imagina lo que es que los ruidos te hagan daño, que los olores te hagan daño, que estirar un brazo para abrir una puerta te cause una tendinitis. Nadie sabe cuánto se sufre.
Y todo por el maldito gluten.
Me dijeron que tenía fibromialgia por mi fatiga y por no poder dormir normal, y también porque después de muchos exámenes no encontraban la explicación de algunas molestias, dolores articulares y pinchazos, etc.(varios síntomas que aparecen en la lista de 100 síntomas de la fibromialgia). Resulta que en un examen de alimentos igg que recién me realizaron me sale intolerancia al gluten y a otras cosas, y luego de un mes de dieta ya duermo y me siento mejor. Sería bueno que los médicos realicen estos exámenes a las personas que sufren de "fibromialgia" o "fatiga crónica", a lo mejor esto podría ayudar también a otras personas. Al igual que alguien lo comentó aqui creo que esto comenzó hace muchos años pero con señales muy sutiles, como yo nunca presenté diarrea ni dolores estomacales, y los malestares eran muy sutiles, no le presté mucha atención hasta que de repente tuve que dejar de nadar por síndrome de fatiga crónica y alergias desarrolladas hacia el cloro y el yodo.
EliminarAl igual que comenté en su momento a Isabel, te agradezco esta aportación, es muy posible que haya enfermos diagnosticados de fibromialgia que tengan un diagnostico erróneo y entre ellos podría tratarse efectivamente la enfermedad celiaca. Por mi parte no me encuentro con fuerzas en este momento para empezar de nuevo a buscar y hacerme pruebas, pero sí se puede intentar no consumir alimentos con gluten, aunque efectivamente después de tantos años hay muchas efectos, digamos colaterales, que ya no tienen vuelta atrás, tanto síntomas, como patologías.
EliminarHola de nuevo Isabel. Me había planteado esta posibilidad por los problemas digestivos que he tenido desde que era una niña. Después de leer tu comentario estuve leyendo acerca de la enfermedad celiaca y hay muchas cosas que no coinciden. Por ejemplo no suelo tener diarreas, ni he tenido ni tengo bajo el hierro, tampoco problemas de bajada de peso (al contrario no soy capaz de bajar ni un kilo) además los alimentos con gluten no he apreciado que me sienten especialmente mal. De lo que si tengo prueba palpable y constancia segura, es de la intolerancia a los alimentos grasos o que contengan aceites, sean del tipo que sean. En cuanto los consumo, me provocan vomito, ardor y dolor de estomago (tengo síndrome de reflujo gastroesofagico). Te comento además que algunos de los análisis que piden me los han hecho sin resultados positivos. Quedaría entonces la biopsia intestinal que de momento no me gustaría hacerme, he tenido malas experiencias con la anestesia y sin ella todavía peor.
ResponderEliminarCon que no me gusta personalizar tanto las respuestas en mi persona y mis síntomas…Si te parece bien, me envíes tu dirección de correo y seguimos esta conversación a través de mail. El mío es angeles63pm@gmail.com . Muchas gracias Isabel.